el pan de tía alice...


cuando era pequeño, ir donde tía alice era todo un viaje de placer... primero que todo, no todos los días se viajaba a santa gertrudis sur de grecia a visitar a una tía abuela o tía bisabuela (no soy muy ducho en esto de la genealogía). recuerdo el viaje como un encuentro con una costa rica muy diferente a la que estaba acostumbrado, y cuando los cañales empezaban a surgir en el camino y el automóvil de mi abuelo (un fiat rojo placa 84117) tenía que bajar la velocidad por ir detrás de un tractor que jalaba caña a velocidad risible, sabía que estábamos por llegar... todo eso era parte del encanto del viaje.

llegar a casa de tía alice era llegar a un pasado distante para mí. la casa, ubicada frente a la plaza de fútbol del pueblo, tenía un aire de casa de 1920, hecha en madera y metal. un pequeño jardín al frente de la casa, seguido de una entrada que ya le advertía a uno que, una vez cruzado el umbral de la puerta, el tiempo retrocedía y se estancaba a lo más en 1960. cuartos vacíos que alguna vez fueron ocupados por un esposo y un hijo fallecidos muchos años antes, salas amplias que parecían haber sido el centro social del pueblo en alguna ocasión con un televisor que nunca vi encendido, una cocina muy amplia que siempre estaba esperándonos y un patio trasero que se convertía en una finca de gran extensión.

la historia del hijo merece un paréntesis rápido. no recuerdo haber visto foto alguna de ese hijo y lo único que sé me lo contaron después de la muerte de tía alice. al parecer, este niño nació perfectamente sano y muy bonito, pero poco a poco una enfermedad que nadie que me haya contado esto lo recuerda, lo empezó a deformar en forma irremediable y murió a los diez años de edad. me imagino lo devastador que pudo haber sido esto para tía alice y su esposo (cuyo nombre, al igual que el del hijo, desconozco).

las visitas a tía alice pasaban siempre en forma muy agradable, escuchando a mi abuela hablando con ella y los demás tratando de entrar en ese mundo de noticias sobre familiares que hoy ya tampoco nos acompañan o que anhelan llegar a los 100 años, como es costumbre entre muchas de las mujeres de la familia... pero para mí, era la cocina de tía alice la que siempre me llenaba de alegría. un mundo de bizcochos y pancitos caseros desfilaba ante mis ojos y nunca perdía la oportunidad de comer hasta la saciedad, mientras tomaba ya fuera un té o aguadulce en leche. era parte del ritual.

sin embargo, al morir tía alice a inicios de los 90 (creo), no hubo más viajes a santa gertrudis sur de grecia y no hubo más pancitos.

sin embargo, este domingo 28 de diciembre una de esas familiares que van a llegar a ser muy, pero muy viejitas, trajo un pancito dulce a una pequeña reunión familiar. al principio, era solamente un pancito dulce para acompañar el café de la tarde, pero pronto corrió una noticia como pólvora: el pancito dulce lo había hecho rosita zamora siguiendo la receta de mi tía alice. de inmediato, todo el mundo en mi mesa empezó a recordar esos viajes a santa gertrudis de grecia. mi tío francisco recordó que tía alice hacía melcochas con dulce salido de su propio trapiche y con maní que él mismo le agregaba en el momento en que tía alice le dijera... se le hizo la boca agua al hablar de ellas y por un momento, todos los que estábamos ahí retrocedimos en el tiempo por unos segundos (incluso me pareció ver a mi abuela sentada en otra mesa hablando con sus hermanas). comí tres pancitos de esos y me traje un cuarto en la bolsa de mi camisa para fotografiarlo como si fuera un carro clásico que ya no se puede adquirir en ningún otro lado.

el pan de tía alice fue parte de la infancia de muchos de nosotros y espero quede en mis recuerdos para siempre.

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