Luto por las madres muertas

Nos están matando a las madres. Nos las están matando con balas, machetes y sierras. Hoy amaneció una muerta a la orilla de la playa, donde la luz del sol que ilumina la vida, iluminó la muerte. Le abrieron el vientre mientras paría a sus hijos, y se los arrancaron de raíz como se arranca un árbol. La dejaron tirada, sin el mayor respeto, con la mayor de las crueldades. Sin aliento, sin hijos, sin la posibilidad de engendrar más vida.

A las otras las mata el amor. La obsesión y la pasión desenfrenada. Los celos que originan los deseos más perversos, más egoístas. Les parten la cara, les quiebran los huesos, las entierran con vida. Las matan aquellos a quienes ellas entregaron su cuerpo y alma, tiempo y vida; aquellos con quienes compartió cama, y les dieron hijos.

Pero sigue la muerte cosechando a su paso, y hay un genocidio que se está quedando escondido en el silencio. Porque cientos de madres han sido taladas a lo largo de muchos caminos, y han sufrido torturas desmedidas. Les cortan los miembros, les arrancan sus frutos que con tanta dedicación habían hecho crecer en sus ramas. Dejan sus pedazos tirados en la vía, evidencia de una crueldad que queda impune e imparable. Esas madres nos protegían de erosiones, derrumbes, calores excesivos, y paisajes áridos.

Por eso el luto me cubre los ojos, me cubre el alma, y lloro con las lágrimas de las madres muertas. Cuántas de ellas tendrán que morir para darnos cuenta de esta torpeza. Cuántas más para exigir leyes que las protejan y personas que velen por ello como sus propias madres velaron noche tras noche su sueño.

Hoy estoy de luto, y quién sabe por cuánto tiempo más he de estarlo. Porque estoy de luto por las madres muertas, y por aquellos que no se percatan que hay que estarlo. Por aquellos que no hacen nada, y por aquellos que no se conmueven por su pérdida. ¿Es que acaso tendré que vestir de negro hasta mi propia muerte?

Espero que así no sea.

Ana Gabriela Brenes
26.03.07

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